Bajo del avión con mis escasas pertenencias. Llevo un fardo lleno de ilusiones que me han vendido allá. Al otro lado del mar.
Voy a cosechar fortuna y triunfos personales, así como un amor que me aliviará las penas, un día y otro.
Me bajo del vuelo y llego después de un largo trecho a recoger mis escasas pertenencias; vienen en una maleta que mi madre guardaba allá, en el lugar oculto del pasado.
Espero un tiempo y al fin, veo el objeto de mi espera. La recojo con mimo y paso por la aduana. Presento mi pasaporte y un “nada que declarar”, sale de mis labios porque ¿qué tengo que declarar yo?, como no sea una vida de escasez y de penumbra, alumbrada por la lámpara de una noche eterna. Esa noche del nada que comer y nada que entregar.
He dejado a mis hijos con mis padres, y también un reguero de pasado a mis espaldas. Pero el futuro, es grande y me sonríe.
Yo digo “nada que declarar”, pero me abren la maleta y un revoltijo de trapos usados me oscurece el Alma.
Más tarde, ya en el autobús, pienso que voy a ver a algunos de mis paisanos. Me han dicho que aquí todo va a ser diferente.
Entro en un cuartucho oscuro, y unos colchones en el suelo se hacinan.
La madre Patria me da la bienvenida…pero ¿Y la luz? ¿En dónde está la luz?, y hablo con todas las personas que viven en el lugar, pero palpo un rictus de amargura y unas miradas de profunda tristeza.
Entonces yo vuelvo a preguntar ¿Por qué está oscuro? ¿En dónde se enciende la luz? Y ellos se miran los unos a los a otros, y en voz baja, me responden:
“No podemos encender algo que nunca existió”
Entonces yo, no hago preguntas… me cobijo en aquel catre húmedo y espero que el sol despierte, y que seque estas lágrimas amargas que tantas veces acunaron mis tristezas.
Y con las lágrimas, un mensaje llega derramado ¿Por qué sueño paraísos sin tener realidad de su existencia?
Voy a cosechar fortuna y triunfos personales, así como un amor que me aliviará las penas, un día y otro.
Me bajo del vuelo y llego después de un largo trecho a recoger mis escasas pertenencias; vienen en una maleta que mi madre guardaba allá, en el lugar oculto del pasado.
Espero un tiempo y al fin, veo el objeto de mi espera. La recojo con mimo y paso por la aduana. Presento mi pasaporte y un “nada que declarar”, sale de mis labios porque ¿qué tengo que declarar yo?, como no sea una vida de escasez y de penumbra, alumbrada por la lámpara de una noche eterna. Esa noche del nada que comer y nada que entregar.
He dejado a mis hijos con mis padres, y también un reguero de pasado a mis espaldas. Pero el futuro, es grande y me sonríe.
Yo digo “nada que declarar”, pero me abren la maleta y un revoltijo de trapos usados me oscurece el Alma.
Más tarde, ya en el autobús, pienso que voy a ver a algunos de mis paisanos. Me han dicho que aquí todo va a ser diferente.
Entro en un cuartucho oscuro, y unos colchones en el suelo se hacinan.
La madre Patria me da la bienvenida…pero ¿Y la luz? ¿En dónde está la luz?, y hablo con todas las personas que viven en el lugar, pero palpo un rictus de amargura y unas miradas de profunda tristeza.
Entonces yo vuelvo a preguntar ¿Por qué está oscuro? ¿En dónde se enciende la luz? Y ellos se miran los unos a los a otros, y en voz baja, me responden:
“No podemos encender algo que nunca existió”
Entonces yo, no hago preguntas… me cobijo en aquel catre húmedo y espero que el sol despierte, y que seque estas lágrimas amargas que tantas veces acunaron mis tristezas.
Y con las lágrimas, un mensaje llega derramado ¿Por qué sueño paraísos sin tener realidad de su existencia?