La Perla de la Unión. Un Simbolismo Universal.

La Perla de la Unión. Un Simbolismo Universal.
La "PERLA DE LA UNIÓN". Si todos aunáramos Creencia, en un Ser Único, sabiéndonos parte de Él mismo, la vida cambiaría.

lunes, 30 de marzo de 2009

Historia realidad.




Hace unos días pensé en visitar a mi Ginecólogo, pero estaba de vacaciones y me derivaron a otra persona que según me informaron, también era un gran profesional.
Sin más... me facilitan el teléfono de la Clínica.
Llamo y me dan cita para el día siguiente.
Llego, espero unos minutos, y ya escucho mi nombre invitándome a entrar en la puerta número 7. Pensé que comenzaba bien porque es mi número estrella.
-Buenas tardes, me dice una señora con bata blanca.¿Su nombre es Celia?
-Sí.
-Bien... pase... me dice, y yo le sigo por un pasillo largo. Se pone a un lado cuando llegamos a una puerta, me indica que entre y me encuentro allí al Doctor, sentado, escribiendo algo. Levanta la vista... me mira... se levanta... se acerca a mí:
-¡Celia! ¡Cuánto tiempo! Me alegra mucho volver a verte. Me da dos besos, mientras me mira con camaradería, y sigue diciendo algo que no recuerdo; acto seguido, rodea la mesa y se va al sillón que ocupaba hace unos minutos.
Estoy anonadada. Pienso que sí, que me resulta alguien conocido, pero no sé quien es. Tampoco entiendo nada de su exclamación cuando pronuncia mi nombre. No digo ni mú, sólo le envío una tímida sonrisa.
-¿No me recuerdas?
-Perdona, pero es que soy bastante despistada. No, la verdad es que no. Si me das una pista...
-Éramos jóvenes y bailábamos juntos muchas veces en el Jardín (discoteca de Gijón)... La verdad es que me encanta haberte visto. Estás igual. Sigues estando estupenda, te mantienes genial. Y el timbre de tu voz... ¡No has cambiado!...Bueno... ¡Qué alegría tan grande!
Cuéntame... me imagino que te has casado. ¿Tienes hijos?
-Sí. Afirmativo en los dos casos. Me he casado y tengo hijos, le digo mientras escurro en mi cabeza los recuerdos de ahora y estrujo los de antaño. Y mientras hago todo esto, busco la puerta con los ojos, porque quiero escapar.
Ufff. Me sonrojo, le doy vueltas al bolso que puse en mi regazo y él sigue hablando hasta que llama a su enfermera y le da órdenes para que me prepare para la “exploración”. Me siento tan agobiada que digo:
-Sí, la verdad es que vas a echar bastante tiempo conmigo porque tengo dos tapones impresionantes.
Me mira con cara de aparición. Se levanta. Se sitúa delante de mí mirándome fijamente a los ojos, mientras ladea su cara, como para vislumbrarme desde la barbilla, como si no estuviera creyendo lo que escuchaba.
-¿Tapones?
-Sí. Oigo fatal, y las amígdalas también me dan problemas. Ya ves. Es que, tal vez sean los vestigios de algún catarro mal curado.
-Perdona, pero soy Ginecólogo. De eso no sé nada.
-¿Ginecólogo? Cuánto lo siento. Ha debido de haber una confusión. Busco a un Otorrino. Está claro que hubo un malentendido.
-Voy a hablar con las señoritas de recepción. Es intolerable. Un despiste in-to-le-ra-ble. Me dice
-No. No te preocupes. Yo reclamaré. Le digo
-Bueno, de todas formas ha sido un placer. ¿Volveremos a vernos?. Me dice
-Quién sabe. La vida está plagada de sorpresas.
Y salgo casi de puntillas, sin dar explicaciones y por supuesto, sin pedirlas.