La Perla de la Unión. Un Simbolismo Universal.

La Perla de la Unión. Un Simbolismo Universal.
La "PERLA DE LA UNIÓN". Si todos aunáramos Creencia, en un Ser Único, sabiéndonos parte de Él mismo, la vida cambiaría.

lunes, 9 de junio de 2008

Algo de mi próxima novela "Entre el Norte y el Norte"






La habitación que contemplaba hace unos momentos, ya no es la misma. Los muebles tocan las palmas como un aplauso colectivo en una obra de teatro. Los jazmines que penden de mi ventana se arrullan los unos contra los otros, coreando la viva imagen de la felicidad.
La lámpara se balancea como si estuviera bailando al son de alguna nota musical. Tal vez un vals vienés de aquellos tiempos pasados, cuando en los salones de sociedad, las damas y los caballeros se unían en medio de las lujosas estancias. Las alfombras se elevan, flotando en el espacio vacío y arrullando a su paso las pequeñas partículas de polvo que se mecen a su antojo.
La figura, que yacía quieta, varada por los años, siendo testigo una y otra vez de mis noches de soledad, toca las palmas, sin importarle que su fuerza pueda acabar consigo misma, haciendo que el fino cristal se haga añicos.
El espejo que impertérrito se acomodó en la pared durante muchos años, viene hacía mí, y me muestra mi rostro, que ya no es tan mío.
Las incipientes arrugas que me acompañaron, no están. Y detrás de mí, observo una especie de Luz viva, que alumbra mi cabello castaño.
Sigo sentada en el borde de mi cama, y las mantas una a una, envuelven mi cuerpo que ahora yace medio inconsciente, y en esa inconsciencia, imagino que la misma ropa que me abarca, se transforma en un boeing, y que atravesamos los confines de la tierra en busca de quien me habla.
Me elevo sin saber cómo y salgo disparada por la ventana planeando sobre unos lugares y atravesando otros que casi no percibo.
Sobrevuelo arboledas y todos yacen debajo de mi vuelo como inmensas manchas verdes.
Sobrevuelo tierras arenosas, sin ver más que una inmensidad de color parduzco, y ya la tierra se me antoja un terruño oscuro y tenebroso, perdido en la lejanía.
Las estrellas que vislumbraba desde mi vida, medio adormecidas, cobran un brillo que inunda mis deseos, sin que mis ojos sufran por sus destellos.
El sol de la tierra, no es sol… El sol que nos inunda con sus rayos mientras vivimos, es una pequeña farola, comparada con el espectáculo del que me nutro hoy.
Porque aquí brilla un Sol, pero no con el brillo conocido, sino que el propio Sol cobija y mece con su Luz, que ya no quema.
Intento ver la tierra desde el lugar, y veo una pequeña pelota de golf, zarandeada por los palos de una lucha fiera.
Tengo flores a un lado y otro de mi viaje, con colores inimaginables, y todas ellas sonríen mi llegada. Van trazando un inmenso reguero de suaves curvas, por las que yo me deslizo con la libertad del movimiento. Y unos árboles mecen mi paso y me acunan con precisión y vida.
Y sigo balanceada por los antojos del lugar, y la sensación de libertad, me invade. Pero sigo siendo yo, sin serlo.
Vivo suspendida, y de mí, pende una especie de hilo que aún me une a la tierra, esa a la que no deseo regresar.
Veo inmensos lagos de color brillante y transparente, a su lado interminables campiñas de un verde que jamás había visto. Con suaves lomas y flores de diversos colores.
Las aves no huyen a mi paso y me acompañan en mi vuelo sideral, como escuadrones alineados formando una escolta precisa.
La claridad existe. Tan claro es todo, que me parecen irrisorios los faroles que alumbran las noches de la ciudad.
Me adentro más en la Luz y encuentro a mis antepasados que aplauden con su aplauso sin brazos mi llegada, y también a mi madre, que expectante, me llama y me cobija en su todo. Y veo a mis abuelos y a tantos y tantos que yo conocía y que había olvidado en las duras y frías experiencias de la vida.
No veo ángeles ni siquiera encuentro a Dios, pero le veo a Él, en cada uno de los que están, y sus presencias, me dan tanta paz, tanta alegría y tanta libertad, que ya no quiero partir. No me importa la vida, ni siquiera mi padre, ni mi hija… ya no me atañe nada, porque sé que la nada no existe, y entonces ellos vivirán sus experiencias y volverán a este hermoso lugar, en donde el Sol no se oculta.
No deseo volver a mi habitación, ni siquiera los maravillosos parajes del Occidente asturiano, hacen que quiera regresar.
Quiero ser aquella nube gris que se empapa de agua, para verterla más tarde haciendo crecer las simientes. Quiero ser polvo para vagar de aquí a allá, sin ser percibido por quien habita. Quiero ser libre y pasear sin pesos ni pesares, por los confines de la Vida, siendo Vida, y sintiéndome a mí como esa partícula energética que jamás dejará de existir.
Quiero ser sentimiento de Amor, de Unidad y de Vida, y meterme en cada rincón de Alma, que vive en el que vive.
Alguien dice que debo volver, y yo me resisto, jugando a esconderme para que no me encuentren, y entonces me doy cuanta, de que entre tanta Luz no veo oscuridad que me oculte. Me resisto, como cuando en el hípico algunos caballos se paran por la altitud de las vallas, pero nada es posible, y entonces… aquél hilo casi imperceptible que me unía a la tierra, tiró de mí; y yo regresé.