
-¿En qué piensas? Estás tan callada…
-En nada, corazón. En nada.
-Manuela, eso no puede ser, tienes que pensar en algo, pero no quieres decirme en qué.
-Pues pienso… bueno… ¡en ti!
-Si? No es verdad, porque si estuvieras pensando en mí, me lo habrías dicho hace un momento, cuando te pregunté.
-Pero es que hace un momento no pensaba en nada, pero ahora que me has preguntado, me di cuenta de que estabas a mi lado y pensé en ti.
-Me tienes harto. No eres sincera.
-Mira monín… ¿qué te importa en lo que piense?
-Manuela, tú me la estás pegando con alguien. Que estoy seguro. Que todo el día en casa te da para que pienses mucho, y ya sabemos que la imaginación tiene alas.
-No. Ya te dije mil veces que eres el único hombre de mi vida. Además tengo que planchar, fregar, cocinar, atender a nuestros diez hijos…
-Pues ¿sabes qué?
-Qué, Luciano…
-Que como sé que te ronda algo por la cabeza, que me ocultas... yo me marcho. ¡Te vas a enterar! Infiel… mala esposa… Me marcho y no me esperes para cenar…. que como tú las hay a patadas.
-Bueno Luciano… bueno. Te voy a decir la verdad:
Estoy pensando todo el día en el vecino del segundo, que está jamón. Y me apetece muchísimo coincidir con él en el ascensor para que me bese apasionadamente, no como tú. ¿Conforme?
-Pero Manuela… ¡No puede ser! Infiel… es lo último que esperaba yo de ti.
Y berreando como un niño se metió en la cama
-Pero Lucianin ¿No vas a salir?
-Sí… ¡Estoy yo para juergas… con el disgusto que me diste!