Al final de la calle estaba tú.
Poco a poco... te observé. Te observé desde la lejanía hasta que, con paso quedo y tímido, me acerqué a ti.
Eras tan admirablemente hermoso, tenías tanta clase que, en sólo un momento, calaste en mi corazón y aún hoy, después de tantos años, sigo recordando aquel momento.
No pude acceder a ti, ya que había algo que nos separaba. Había llegado tarde.
Durante toda la noche, no dejé de darle vueltas a mi hallazgo sin poder conciliar siquiera el sueño; y al amanecer… regresé al lugar para admirarte.
La segunda oportunidad estaba servida, y cuando abrieron el comercio, yo, la primera; te alcancé.
Entré en el probador desechando mi pantalón vaquero y aquella camiseta azul. Me enfundé en ti y con espanto, contemplé que no te ajustabas en absoluto.
Que me apretabas con tus costuras, y hasta los rebordes se fruncían dando un aspecto desaliñado y gris.
El hechizo acabó y aún hoy me pregunto:
"¿Qué habría pasado si ya no estuvieras allí cuando llegué?"
Tal vez hoy… seguiría soñando contigo.