
-Mirad, hijos míos:
Bajaréis a la tierra; uno como hombre; otro como mujer. Pero cuidaros de no olvidar las reglas. Cada uno, tiene su trabajo.
Os pondré a prueba y os conoceréis, pero… ¡libraos de estar juntos!, porque la vida es difícil y vuestra evolución indica experiencias por separado…
-Oye, Dios:
¡No es justo! Yo estoy acostumbrada a vagar con mi Energío, aquí y allá. Somos inmensamente felices; nuestras vibraciones están en sintonía… ¡Somos Almas gemelas!
-Oye, Dios:
¡Yo tampoco creo que sea razonable! ¿No te das cuenta de que somos la Energía y el Energío perfectos? Además… ya sabemos mucho de la Existencia, y no tenemos que evolucionar más… digo yo…
-¡Pues dices mal! Aún os queda mucho por aprender y por conocer…
Dicho está. ¡A la tierra, y a comenzar de nuevo!
-Pero Tú… ¿No deseas nuestra felicidad? ¿Por qué tanto aprendizaje? ¿No vas a darnos ni siquiera el premio del acercamiento cuando terminemos las lecciones?
-Hijo mío… preguntas demasiado. Deja que la vida misma deshaga la madeja de tus preguntas…
No te precipites. ¡Asumid vuestro destino!
Y dicho esto, dos energías volaron.
Una... parece que va hacia el Este y el otro... aún sigue buscando la brújula.
¿Será así eso de las Almas gemelas, de las que tanto se habla y que, casi nunca se encuentran?