-Buenos días, mi amor. ¡Felicidades! Te quiero tanto…
-Buenos días, Esteban.
Acabo de hacer el desayuno que más te gusta. Me levanté temprano ¿sabes?.
Ya está todo dispuesto… tu zumo con hielo... bizcocho recién hecho y el café, largo...
Puedes salir de la cama cuando quieras. Todo eso te espera en el salón.
-¿Bizcocho de naranja? Tan temprano… ¿y ya has hecho un bizcocho?
-Sí. Sé que te gusta y lo hice por ti. Ya sabes… yo no tomo.
-Todos los días tienes un nuevo sabor para sorprenderme. Mi amor… ¿Sabes cuál es uno de tus mayores fallos?
-No.
-Lo poco cariñosa que eres. ¿Ves? Una vez más, no me has dicho “te quiero”
Moraleja.
Moraleja.
Sé suave, tierna, amorosa, primorosa... Y duerme el resto del día.
Al final, seguro que te aplauden. Y nadie te dirá que el bizcocho ha resultado duro, que el zumo se ha aguado, y que el café estaba demasiado cargado y le ha puesto de los nervios...
Al final, seguro que te aplauden. Y nadie te dirá que el bizcocho ha resultado duro, que el zumo se ha aguado, y que el café estaba demasiado cargado y le ha puesto de los nervios...