Sencillo ser que vives arropado por el campo, intentando cosechas abundantes.
Trabajas la tierra, abriendo los riegos de la siembra…Y luce el esplendor.
Pero llegan tormentas, provocando las crecidas que arrasan, y adormece tu fruto.
Y adormece tu alma ante la nada de tu cosecha. Y lloras impotente mirando siempre al cielo para que tu fuerza aleje las nubes que te atrapan.
Y ruegas… Y ruegas… Y ruegas…
Pero todo se oscurece otra vez y los cántaros del firmamento se abren como bocanadas de ríos. Empapan el suelo en torrentes malignos con cascadas sin rumbo y sonidos de simientes que nunca brillarán en su lecho abonado.
Tú esperas…esperas que llegue un nuevo sol.
Y vuelves a rogar al Infinito.
Trabajas la tierra, abriendo los riegos de la siembra…Y luce el esplendor.
Pero llegan tormentas, provocando las crecidas que arrasan, y adormece tu fruto.
Y adormece tu alma ante la nada de tu cosecha. Y lloras impotente mirando siempre al cielo para que tu fuerza aleje las nubes que te atrapan.
Y ruegas… Y ruegas… Y ruegas…
Pero todo se oscurece otra vez y los cántaros del firmamento se abren como bocanadas de ríos. Empapan el suelo en torrentes malignos con cascadas sin rumbo y sonidos de simientes que nunca brillarán en su lecho abonado.
Tú esperas…esperas que llegue un nuevo sol.
Y vuelves a rogar al Infinito.
Siempre llueve a destiempo. Y no siempre a gusto de todos. besos Mary
ResponderEliminarHola Mary. Por supuesto, así es. Nunca llueve a gusto de todos.
ResponderEliminarbesos.