Estoy en París.
Los agobios no existen en esta mañana fría de invierno.
Las calles medio vacías, yacen como alfombras absolutas, en un reino de asfalto humedecido.
¡Tengo una cita!. La cita del ayer, que hoy se hace realidad.
Dentro de muy poco tiempo nos reuniremos en el Café de la Paix, con unas compañeras de otro tiempo. De la Universidad.
Hemos elegido este Café, porque está en el centro de la Ciudad de la Luz, al lado de Ópera, y muy cerca de Lafayette.
Todas iremos acompañadas por nuestros maridos, compañeros sentimentales, amantes… Condición indispensable, no acudir solas, no vaya a ser que alguien piense que no hemos sido capaces de encauzar nuestras vidas por el camino trazado hace ya, unos años.
Me miro, y me contemplo. La verdad es que me siento muy bien conmigo misma, hasta me encuentro favorecida, aunque el frío intenso haya depositado una mota roja en la punta de mi nariz, y mis pómulos bramen con la helada.
Llegamos al lugar de la cita con unos minutos de retraso.
Veo que están cinco parejas, sentadas alrededor de una mesa. Se levantan al unísono y un ¡Qué bien! ¡Qué hermosa! ¡No pasan los años!, entre unas y otras... yo hago lo propio, mientras me peleo por quitarme el abrigo hasta que, solícito, acude un empleado para ayudarme.
Me siento. Mi Rafael, a mi lado. Le miro y veo que no mira, quiero decir que no me mira, porque está totalmente petrificado mirando a tanta belleza.
Yo, de reojo, comienzo a pensar que tal vez el botox, haya hecho el milagro. O la silicona, o vete tú a saber que producto hace que todas estén tan bien, y destilando ánimo y buen humor.
Entonces me paro a mirarlos a ellos, tan guapos, tan ¿altos?, eso… no lo he visto aún muy bien, porque aunque todos se levantaron, con el nerviosismo de la llegada, no reparé demasiado en las medidas.
Entonces me paro a mirarlos a ellos, tan guapos, tan ¿altos?, eso… no lo he visto aún muy bien, porque aunque todos se levantaron, con el nerviosismo de la llegada, no reparé demasiado en las medidas.
Y sigo mirando y observo que casi no tienen barriga, y como una bruja de los cuentos malévolos, acuso a mi marido con una furtiva mirada, de no cuidar su aspecto.
Pasan los momentos y ya en el saloncito reservado para la ocasión, reina la camaradería. Y la “copichuela” de champagne.
Pasan los momentos y ya en el saloncito reservado para la ocasión, reina la camaradería. Y la “copichuela” de champagne.
Entonces veo los ojillos de mi Rafael, bailando al son de la música que suena de fondo, y comienza a hacer repaso una a una.
Dos besos, y ¡que belleza!, otros dos y ¡que bien te veo!
Y sigue y sigue… mientras yo, petrificada en la esquina, miro. Veo. Observo… y me lanzo al ruedo cuán torero en plena feria de Agosto.
Comienzo con el primero y eso sí, sin darle besos; le digo bien alto ¡Que guapo eres!, estás estupendamente, mejor aún que cuando babeabas detrás de mí.
Y sigo mi recorrido con halagos y flores en mis labios por y para todos y terminando con mi última presa, le susurro ¡Estás como un queso!, pero no de los de gruyere... ¡Un queso manchego, bien macizo!.
Sólo veo ojos y ojos, clavados en los míos, hartos ya de tanto halago ajeno por parte de quien me acompaña. Ese que ni siquiera se da cuenta de mi mota roja en la nariz, sin reparar en que llevo abrigo, y necesito pelearme con él, para poder desprendérmelo de encima, en mi llegada.
Me coge del brazo, y en un aparte me dice: ¿Te has vuelto loca? ¿Qué pensarán de ti?
Y yo le espeto: Tal vez me he vuelto loca. Pero tú, lo has estado siempre.
Y me doy la vuelta. Le pido mi abrigo a aquel hombre que me lo ha quitado, y me marcho.
Sin dar portazo.
Sin dar portazo.
Sin llevar mochila.
Sin decir adiós.
Debía de haberse marchado hace mucho tiempo...
ResponderEliminarBuen relato. Un beso.
Eso, a tomar viento.
ResponderEliminarQue si no sabe valorar lo que tiene y babea por las demás,
mejor se queda allí sólo.
Besos.
Oye, Celia, que no hace falta que lo digas, yo sé que eras la más guapaaaaaaaaa.
ResponderEliminarUn guiño para ti y un "churro" para él.
¡¡DI QUE SI CELIA CON UN PAR DE NARICES!!QUE NADIE NOS MENOSPRECIE JAMAS Y MENOS DELANTE DE NADIE.YO ME HUBIESE PUESTO A BAILAR CON TODOS,JEJE.
ResponderEliminarBUENISIMO TU RELATO CELIA.BESOTES.SHERE
lo de la mochila me ha recordado a pocholo (...sí, lo sé... es terrible!). Si hasta se despide a la francesa :)
ResponderEliminar...buenas noches! y feliz semana :)
Esto mismito he vivido yo con mas de uno, los ojitos de los hombres dicen que son siempre niños y cuando les llega la pitopausa se ponen de coquetos que son algo ridiculos.
ResponderEliminarSimpatica escena bien narrada.
Un abrazo
Bonita historia,
ResponderEliminarCuando no sabemos apreciar lo que tenemos a nuestro lado es que algo no funciona en esa relación.
La mejor elección es tal como tu la escribes en ese final...
Un abrazo
Pues que triste,ese tipo de vida tan frívola,rodeada de trepas y traidores,siempre esperando ser algo para alguien sin darnos cuenta de lo importantes que somos por SER,simplemente.
ResponderEliminarHe leído parte de tu libro al que llegué por Autores Reunidos; ha sido muy grato porque entre otras cosas estoy en parecido proceso personal y me alegro haberte encontrado;como sabes no existen casualidades.
Me quedaré contigo.Abrazos
Beatriz, hola. Sí, creo que mi protagonista hizo lo que tenía que hacer.
ResponderEliminarUn abrazo
Lourdes. Muy bien eso de ¡a tomar viento!. Es que mi prota, seguro que ya había aguantado mucho más.
ResponderEliminarUn beso
Mercesdes. Menos mal que yo no estaba allí, porque no habría marchado. Le habría puesto la botella de champagne, como adorno quebrado en la cabeza. Ja...ja... Ya se le cerrarían los ojillos...ya..
ResponderEliminarUn besin
Hola Shere. Sí, creo que mi prota, estuvo en un tris de repartir besos de los de verdad, a todos los presentes... ja...ja,...
ResponderEliminarBesinos
bego, ¡que gracia tienes!. Pocholo perdió la mochila, y mira por donde, mi protagonista la dejó, ¡pero no olvidada!, lo hizo a posta.
ResponderEliminarUn abrazo
Marian, creo que de "esos" hay a montones. Ya sabes que lo ajeno suele ser más atrayente.
ResponderEliminarPor ciento, yo no estaba en la reunión. No me muevo en esos círculos tan "selectos".
Un abrazo
Paco. ¡Me alegro muchísimo que hayas dado señales de vida. Tienes razón. Mi pobe protagonista, estaba hasta las narices.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola deva. Bienvenida a mi blog.
ResponderEliminarPor supuesto es un relato más. Mi vida, es mucho más normalita.
Me alegra que estés leyendo mi primer libro. Ese ha sido el comienzo de mi búsqueda personal. Desde entonces llevo un largo camino recorrido. El bello saber que existe más y que todo está en nosotros mismos.
Me dices que estás en un periodo evolutivo. Te vas a sorprender. La vida cambia totalmente de color.
Un abrazo.
Cuando termines la lectura, si quieres me comentas alco en mi email desdeelviento@hotmail.com Ya tengo varios y podré algunas reseñas en breve.
Un abrazo
Hola Celia, soy amiga personal de Sherezade. A través de ella he sabido de tí y me gustría que me visitaras de vez en cuando. A mí también me gusta escribir. Tengo muchos relatos y poesias y además tengo también otro blog suya dirección este puesta en blogger.
ResponderEliminarEspero que me visites y que podam os conocernos mas. Gracias
Ana
¡Vamos, Celia! Todavía fuiste bastante gente, que yo a ése tipo si me lo hubiera hecho a mí, le dejaba un recuerdo para toda la cosecha, jajaja.
ResponderEliminarMuy bueno, Celia.
Besos.
Hola amiga
ResponderEliminarwaoooo precioso blog me quedo y te sigo
un saludo
feliz dia.
LuNa.
Muy decidida tu protagonista. Ante semejante falta de respeto, no cabía otra opción. Yo le hubiese puesto al cuello una servilleta. Cuando me preguntase le hubiera dicho: para tu baba, y para el champán. Y le hubiese tirado mi copa por la cabeza.
ResponderEliminar¡Hala!
Un beso.
Soledad.
Hola Ana. Ya he visitado tu blog. Te dejé un comentario.
ResponderEliminarMuchas gracias por llegar hasta aquí.
Un abrazo
Liliana. Como puedes comprender, es una historia más. Pero la pobre, bastante calma tuvo.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola LuNa.
ResponderEliminarGracias por tu visita. Haré lo propio.
Un abrazo
Soledad. ¡Que gracia has tenido!. Sí. Tienes razón. Todo tiene un límite, y mi prota, optó por marcharse sin "mochila".
ResponderEliminarUn abrazo