Ayer, en la Feria del libro de Oviedo -LibrOviedo-, invitados por la Asociación de Escritores de Asturias, -a la que tengo el honor de pertenecer desde hace muchos años- y con la presencia de nuestro Presidente, D. Armando Murias, hemos presentado nuestros libros recién salidos de la Editorial, tres Autores.
A continuación, leímos unos relatos que debían de hacer mención a la Ciudad de Oviedo, aquí os lo dejo. Una tarde preciosa, llena de literatura, de Amor y de Vida. Al finalizar el Acto, hemos sido invitados afirmar en el Libro de "LibrOviedo"
En la Catedral
¡No puede ser! …
¡Socorro!
Vuelvo a gritar mientras incapaz de pensar intento girar
sobre mí misma…
Todo está oscuro... cierro los
ojos y extiendo las palmas hacia uno y otro lugar.
¡Me he quedado encerrada en la Catedral de Oviedo! Tal vez,
absorta en la contemplación de las diversas imágenes, de los diferentes estilos
entre una y otra época … absorta también en mis pensamientos sobre tanta
reliquia y tanta historia; contemplando
cómo se besan el Gótico, el Románico, el Prerrománico incluso el
Renacentista y el Barroco… perdí la noción del tiempo, ante la historia y la
belleza aquí mostrada.
¿Por qué no me han visto antes de echar el cerrojo? ¿Me habré
escondido yo para vivir esta experiencia sin darme cuenta tan siquiera?
Me aturdo. Tropiezo. No encuentro nada en qué apoyarme ¿me
desmayaré?
No sé si pasa el tiempo o no, perdida en mí perdición…
Abro mucho los ojos… ¿qué vislumbro?
Mis pupilas se dilatan, se dilatan y aparece una tenue percepción.
Escucho el sonido de una nota: “la”… o ¿es “do”? Alguien
toca el Órgano… o soy yo quien escucha notas sin existir sonido alguno? Pero…
resuenan contra las paredes, las estoy oyendo en todas partes… aquí, allá.
Visiono, como flases inconexos, la cruz de los Ángeles.
También la cruz de la Victoria… les pido ayuda…
¡a gritos!.
¡Ayuda! ¡Qué alguien venga a buscarme!
El móvil… ¿por qué no
fui directa a buscar mí teléfono?
Sigo en esa penumbra pegajosa de acá para allá, intentando encontrar el
bolso del que me despojé del susto, al verme sola.
El aturdimiento decae, no sé cómo, al compás que parece pasar el
tiempo. Me reclino en el suelo helado. No encuentro banco alguno… Toco la piedra. Percibo la vibración de la
vida en ella. No me importa si está fría o húmeda. No me importa si tiene
marcas de pisadas. Solo me voy acuclillando.
Ante mí, aparece una
cortina que poco a poco se despeja, y ya reina la penumbra clara. Mis ojos
miran, han aprendido a mirar en lo oscuro… ¿O es que ya está amaneciendo?
Curiosamente, este corazón mío, que trotó en zozobra, ahora
ya calmo, me dice que no tema.
Comienzo a percibir energía de positivismo. Y curiosamente,
despierto a la realidad de esas palabras dichas:
“Para valorar la Luz es necesario haber conocido la
oscuridad”.
Me encantó verte y abrazarte después de tantos años. espero que la próxima sea más tiempo del que dispongamos para charlar con tranquilidad. Felicidades por tu éxito, ;-)
ResponderEliminarQuerida María José:
EliminarNo dispusimos de tiempo suficiente, otra vez será. Espero que pronto.
Estoy terminando de leer tu novela "Bajo los tilos". Es preciosa; te hice una reseña en facebook.
Un fuerte abrazo y gracias