La Calle. Mi calle.
Había senderos que deseaba transitar, llenos de risas y
placeres, sin compromisos ni rediles que ataran.
Pero la Calle ancha, empinada se empeñaba en llamarme invitándome
a toda clase de pruebas, de trabas, de surcos movedizos.
Pero algo en mí, quería saltar libre por la pradera
Asturiana, y tumbarme al abrigo de los árboles, mirando primaveras y veranos…
Final de juventud, cuando las patas de gallo ya aparecen y
con ella mi primer libro:
Entre el Alma y la Razón, en los albores del 90, del pasado
siglo. Y poco a poco, se fueron desgranando entre las plumas y las teclas, siete
libros más. Uno tras otro; deseando
decir que había encontrado el Camino que lleva a la calle ancha.
Sorprendió aquel encuentro mío conmigo misma, porque nunca he
dado imagen de mea pilas, ni fui visitadora de templos que acogieran esas
plegarias dichas con las palabras. Mis
libros se asocian con esa forma de adorar. Algo que no es así. Porque tengo
alas propias que forjé en una calle que aquel día me invitó a ser transitada...
Descubrí tantas cosas…
Descubrí ese Camino que no lleva Dogmas aprendidos, ni tiene correas que
te apaleen. Ni tiene juicios finales con fuegos eternos.
Comprendí en esta calle ancha, que transito desde hace muchos
años, que todos somos uno. Que el daño que le hagas a otro, te lo haces a ti.
Ese es mi sentimiento. Ese es mi Dogma.
La calle de mi vida, ya va larga. Ya se cruzó, con baches,
con caminos de delicias que me invitaban a alejarme del mío… y alguna vez lo
hice…
Encontré a tantos caminantes que en mi ignorancia, que
otrora, tal vez, he empujado hacía la
acequia…
Porque la vida puede ser corta o larga, cuando miden las
horas, y estamos aquí para aprender. Por ello errar tal vez sea necesario para
saber discernir.
Creo en ese Ser Supremo que todos llevamos en nosotros
mismos. Creo en mí y creo también en todo ser humano, sea quien sea, ya que no es ni más ni menos
que yo.
Hoy, aquí, ahora, no digo adiós a esta Gran Asociación de
Escritores de Asturias, sino que digo adiós con mi último libro a la Edición
literaria. Y lo hago con “Deva. Un océano en el Cantábrico”.
Creo que todo lo que tenía que decir, sobre el encuentro
conmigo y a la vez, con todos los seres humanos, ya lo he escrito, ya lo he
comunicado.
Sólo quiero dejar un mensaje… un mensaje que me dicta esa
Sabiduría interior que todos llevamos y que no se aprende en las escuelas de la
vida, sino que la propia vivencia, ya tenía escrito en su interior. Solo quiero
mostrar una Calle Nueva, que me muestra la libertad y el Amor en este bello
Mundo de enseñanzas, de lecciones, de gozos y fatigas.
Todos, sin distinción de razas ni lugares, sin distinción de
credos, sin distinción de clases sociales, somos Grandes. Somos Amor.
Si somos capaces de sonreír, con el Corazón, de desear un
buen día, desde el sentimiento más profundo, a todos los demás. Si deseamos
abrazar a todo aquel que un día, tal vez nos hizo tropezar y enviarnos a la
cuneta de nuestra calle… si somos capaces de darnos cuenta que todos somos
iguales, y comprender que también hemos herido muchas veces…; ese día…, te habrás encontrado y con ello,
verás en ti a todos los caminantes de la vida.
Tengo que decir que no me presenté nunca a premio alguno. No
busqué sobresalir como escritora buscando en diccionarios y empleando léxicos
que adornaran los textos. Soy una simple trasmisora de muchas experiencias que hablan de Luz, de Unión, de
Paz y de Amor, bañado con la Esperanza .
Mi calle no fue fácil. Pero… ¿quién ha dicho que la calle
no tenga que llevar piedras, adoquines,
algún hoyo… y muchas derivaciones?
Allanemos en lo posible la calle, para que quien la transite,
tenga más llano el camino.