Los caminos rectos van a través de campos abiertos. Los sinuosos llevan el obstáculo en su recorrido. Pero su belleza hace contemplar abismos y veloces aves en el paraje arbolado.
Tan perfecto es el paisaje de la inmensidad celeste, que quien lo mira, se siente incapaz de valorar tanta hermosura.
Suplicaste una mañana, al cielo, su cobijo y el cielo te cobijó, y las palabras fluyeron del escondido letargo. Visitaste lugares implorando la Verdad, y la Verdad quedó plasmada, siendo contemplada por tus ojos. Anhelaste escuchar paz, en el interior de tu Alma, y la paz encontró remedio ante el malestar y la fatiga. Palpaste la Palabra y la Verdad, pero creyéndote una más, no elevaste los sentimientos sobre lo humano y vives ignorando tu saber. Buscaste respuestas a una pregunta, sobre un viento que más tarde acarició tu rostro con la tristeza.
No culpes a la Luz, no te culpes a ti, no culpes a la vida de ser como es. Culpa al engañoso pensamiento. Culpa al anhelo de ver crecer el tallo sin sembrar semilla. Ilusiones centradas en un triunfo, aparente en muchas ocasiones, no las centres como el eje de tu vida. No desmayes nunca y encierra tus pesares cubriéndolos de comprensión. Y si no eres capaz, piensa con todas tus fuerzas en una Luz que cubra valles y montañas, y que abarque desde la triste espina, al sediento topo. Un día, anidó un ave en una rama seca, y al ser mecido por el viento, se cayó al suelo y el nido quedó destruido. Pero, llegó el momento de anidar otra vez, y el ave eligió su aposento resguardado y seguro. El error, a menudo, es motivo de aprendizaje. Enciende llamas medio apagadas, haciendo resurgir una hoguera en el frío invierno.
Escribe con el Amor mezclado en las palabras, y sembrarás un camino brillante en la amargura de un ayer, que acaba. Simientes de brotes firmes y tallos altos, harán crecer la espiga, y el pan sustentará la vida, cuando no existan finas viandas.
Concordias armoniosas.
Y la Paz. Siempre la Paz, cuando se abra la Puerta.
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