Mi aceleramiento es un hecho. Siempre tengo prisa –como el conejo de Alicia en el País de las Maravillas-, y esa prisa me juega malas o malísimas pasadas.
Un día:
-¿Señora se ha hecho daño?
-No, gracias. Le digo mientras me siento en la acera que había acogido todo mi cuerpo “estrapayado”.
-Puedo ayudarla? Me dice mientras me ofrece la mano…
-No, gracias. Le vuelvo a decir, a la par que me acomodo en mi postura, esta vez, recogiendo mis brazos alrededor de las rodillas, como cuando estás en la arena, sentada sobre la toalla, mirando al horizonte.
-Señora, la veo conmocionada. Está tomando una actitud muy extraña… ¿Quiere que avise a una ambulancia, o a alguien?
-No, gracias. No te preocupes, guapa. Es que a menudo, me gusta tirarme al suelo, y ver la vida desde la acera. Ya ves… eso ayuda a comprender muchas cosas.
Y se va, mirándome entre espantada e incrédula. Veo que mira para atrás, hacia mí, y echa a correr como si hubiera visto una aparición.
Me puse a reír. A reírme de mi misma, y de ese orgullo que me hizo argumentar algo absurdo.
¿Por qué tenemos esos prejuicios tan "fatos"? ¿Por qué con cada caída física hacemos como si no nos hubiéramos caído, y miramos a otro lado, intentando decir que la caída no fuera con nosotros?
En mí, tal vez tenga que ver aquel consejo de mi abuela:
"Nena… tú, siempre para adelante. Y si un día te caes, no olvides que abajo, también existe vida. Sólo tienes que apreciar tu caída, para tomar impulso".
Genial reflexión y preciosa moraleja desde el consejo de tu abuela, que intentaré poner en práctica. Creo que merecerá la pena. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarBesos!
Muchas gracias. Las abuelas siempre llevan la Sabiduría de haber vivido.
EliminarUn abrazo desde el suelo.
Es que la respuesta que le da tu protagonista es como para caerse de risa o salir corriendo. (Sonrío...), pero me gusta tu exposición y esa reflexión, como siempre tan acertada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí. Me gusta mucho reírme de mí misma. Y no te creas que el tema, no está muy alejado de la realidad. Digamos que beso el suelo con bastante frecuencia. Y cierto es, que me muero de vergüenza, si alguien me ve. Aunque rara vez estoy tiempo en el suelo, desoyendo los consejos de la Abuela, porque miro a los lados, y no digo nada-como si la cosa no fuera conmigo-.
EliminarSeguro que aunque esté doloría de arriba a abajo, no me hago caso y continúo como si nada hubiera pasado.
Y es que el orgullo, tiene un precio.
Un abrazo.
¿Sabes? Yo también soy de, como dice mi marido, ir a pillar un euro. Me caigo a menudo y este verano en un hotel en Punta Cana, volví a dar la nota. Estampé la cámara contra el suelo y se descompuso en tres ( luego siguió funcionando). Encima me ayudó una pareja de guiris a los que no les entendía nada de lo que me decían.
ResponderEliminarHabían regado una maceta, e imagínate quien patinó sobre el agua sobrante en el encerado marmol...
Se pasa fatal!
Ay, Amiga!!!. Si tú vieras la cantidad de veces que me he caído - no tengo dedos entre manos y pies, para contarlas-.
EliminarLlevo muchas a cuestas, pero la mejor fue en Vigo:
Resulta que teníamos una reuníón Literaria. Era verano y llevaba un vestido amarillo. Quería causar buena impresión, y hasta me puse colorete y anudé el cabello con desén cuidado y todo.
A lo que voy... metí el taconcito en la única alcantarilla de la calle. Caí de morro y la barbilla, a la hora de la cita, ocupaba más que el resto de mi cara.
Desde luego, cumplí la misión de destacar un poco; pero por la doble faz que me quedóa la par de los ojos churripiteados, la rodilla enmascarada por un enorme magullón, y lo peor, la mente ofuscada en mí misma, al pensar qué pensarían de mí.
Jajaja. Cierto es que con la distancia, las cosas pierden importancia.
Besinos.
Me encantan estas pequeñas anécdotas humanas que nos hacen recordar que pertenecemos a esta dimensión nuestra de tercera, mientras ya otros pretenden estar en la cuarta y en la quinta.
ResponderEliminarMe pregunto si esas personas de nivel espiritual tan alto pero con un cuerpo físico tridimensional, algún día tropezaran y se cayeran, ¿cómo reaccionarían? A mí me ha encantado cómo lo has contado luego tú, y cómo has sabido reirte de aquel tierno suceso.
Siempre me he preguntado por qué a veces sentimos como algo ridículo el que tropecemos o perdamos el equilibrio, y en cambio, contamos con orgullo el día que nos desmayamos. O ¿por qué tendemos a ver como algo cómico cuando una persona tropieza y cae en la calle o en un acto público -y hasta hay quien aguanta la risa aunque al mismo tiempo le esté ayudando- y no lo vemos de esa misma manera, si le cayera encima un árbol? ¿Por qué el ser humano establece esas diferencias?
Gracias por esta entrañable ENTRADA.
Querida Hergama:
EliminarLa dimensión es la que es. Y los "leñazos", no sé en otras, pero en la tercera, nos vienen de todas partes. Como meteoritos.
Mira, de vez en cuando es buena cosa, caer al suelo. Así advertimos nuestra indefensión ante un pequeño traspiés, y que el suelo es duro, y así apreciamos los pasos firmes propios y ajenos.
Besinos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEn nuestra infancia cuando nos dabamos un buen tronpicon...ahi si que no habia mas que lo que salia en ese momento, una buena llantina con todas las ganas ó porqué nos habiamos hecho daño ó porque queriamos atención;
ResponderEliminaraños mas tarde nos educaron para no llorar , para no mostrar nuestra vulnerabilidad , en fin para no MOSTRAR lo que somos y sentimos,para ser perfectos ...los mejores ," hay que guardar el tipo".
Cuando mandemos el EGO a hacer puñetas y recobremos la expontaniedad del niño que llevamos dentro...no nos importará que nos vean en el suelo...tal como somos.
Un abrazico querida Celia...amiga.
Hola Rosamaría, amiga:
EliminarCSí, creo que cuando éramos pequeñitos, una caída era un motivo especial. Y cuántas más tiritas, mucho mejor. Te convertías por unos momentos, en el líder de toda la panda.
Contabas cómo había sido la caida y hasta aumentabas con palabras, la brecha que yacía bajo el esparadrapo.
Las cosas cambian. Y ya, cuando eres adulto, cierto es que caer nos parece un acto de degradación. En fin... El que esté libre de caída, que tire la primera piedra...
Besinos.
Me ha gustado, Celia, y es un texto muy apropiado para establecer paralelismos. Aunque uno se caiga, es importante saber levantarse por sí solo.
ResponderEliminarUn abrazo, amiga
Fina
Hola, querida Fina.
EliminarAsí es. Caer y levantarse. Así es la vida.
Además cuando caes muchas veces y durante un tiempo no besas el suelo, ya te miras como una experta en mantener los equilibrios de la vida.
Un abrazo, amiga.
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