Me arrepiento de ser un sol en tu ceguera. De querer alumbrar noches enteras en el foso de tu oscuridad.
La montaña rusa de mis ilusiones bajaban y subían, guiadas por fuerzas inexistentes que empujaban los carriles de mi vida.
Sin rumbo.
Porque seguía tu senda sin senda, y tus rugidos llegaban a mi corazón como dardos de fuego en una batalla con un claro perdedor.
Siempre yo.
Te decía “siéntate conmigo, y hablemos de nosotros”. Pero el viento de tu sordera, te impedía oírme.
Vilipendiaste mis mensajes de amor, haciendo tú un amor paralelo, con sonrisas lejanas para que yo no oyera.
Las cumbres no tienen la sonrisa de las flores, y los vientos con su fuerza, no dejan que perciba brisa alguna. La alegría no vive haciéndome placer las ilusiones.
Tormento de amor sobre mis espaldas adormecidas. Sobre mis recuerdos olvidados para no recordar.
Marca de fuego.
De tu fuego que malhiere con daga, mi corazón herido.
Labraré camino sin tener arado. No seguiré sendero alguno que no sé a donde irá. No apoyaré mi cabeza en nubes de algodón ni volveré a ser una títere de los desvaríos incontrolados de una ilusión de amor.
Sentiré mis latidos, y repartiré sonidos con quien perciba las notas casi imperceptibles de mis sentimientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario