Somos historias que se cruzan, con charcos en el medio. Algunas veces quedamos salpicados por las gotas y otras indemnes de ser mojados.
Lanzamos palabras al viento, sin mirar consecuencias, y cuando se posan aquí y allá, hacen padecer al receptor de las mismas, si es que aún no está vacunado para la ocasión.
Hablamos, con certificaciones sin certificar, de este o aquél, y también se pone de cosecha propia, en suposiciones, dichos y “diretes”.
Ya… hemos llegado tan lejos, que la conciencia se duerme, como nosotros dormimos a pierna suelta después de soltar lo que nos apetece por la boquita de piñón.
¿Qué nos hace descalificar al otro?... ¿Venganza? ¿Alboroto? O… simplemente llenar la vida vacía y hueca, como la oquedad adormecida de este pobre tronco de la foto.
Pero no importa. Ante esos casos se deben cubrir los sinsabores con alguna florecilla. Y la oquedad, aunque vive, queda un poco ignorada.
Esto es verdad de la buena. Creo que estar siempre pendiente de comentar de los demás no nos lleva a ninguna buena parte.
ResponderEliminarAzu
Seguro.
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