Y en aquel tiempo, cuando iba camino arriba, me encontré una
multitud que caminaba despacio, en otra dirección. Seguía camino hacia una
Estrella, que alguien vio, vibrando en aquel monte.
Cogí mi rumbo, buscando su Presencia, aquella que me fue
mostrada en una visión, un día de cualquier mes... y aquel recuerdo lo apreté
en mi pecho para que brillara con el calor de la Esperanza en encontrarlo.
Creí en Él y en mí.
Y al creer, la Tierra vibró dos veces y los tambores
comenzaron a sonar, diciendo en sus
conciertos que Alguien existía aquí y también más allá de las nubes.
Soñé, mientras meditaba en la plenitud, pensando en un Mundo
nuevo:
“Se arremolinó el viento... y la tormenta, antes suave
brisa, se interpretó huracán para así, barrer el mal del Mundo”.
Me encontré en el silencio, a un Caminante con pies morados por el camino duro y angosto.
Miraba con ojos de poder y Alma bella diciendo palabras de Amor y Eternidad.
La Oración Divina, vino rauda. Pero las interpretaciones de una misma
Realidad, corrieron monte arriba, monte
abajo, diciendo plegarias o desmintiendo
las mismas, y así, los humanos tuvieran la ocasión de mirar los sonidos como
tambor o gaita, o tal vez flauta travesera, según la percepción de cada cual.
Y la vida cantaba y los sueños soñaron y las vivencias, hoy
u otro día, eran testigos de la certera
verdad, que acompaña el Núcleo de las Almas despiertas.
Y las Almas dormidas seguirán afirmando que nada existe tras
la ventana de la muerte física, y que la Vida es solo este presente, y quien se
muere, se marcha para nunca más volver.
Pero el Cielo sigue su curso y llueve Amor y Vida afirmando
permanencia infinita del Alma- Ser, por y para siempre.
Y mi Ser, me dice “Ser humano: Fuiste, eres y serás, por
siempre, porque quien Es, jamás dejará de Ser”
Celia Álvarez Fresno 22-12-2020.
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