Un Lucero me arrulló en la mañana.
Me alumbró con tal fuerza y sentí su presencia tan
cercana, que fui el mismo Lucero por un
tiempo.
Le pregunté, qué vistas se observaban desde el Cielo, y él,
sonriendo como sonríe el sol en la mañana, o la novia enamorada que ve a su
amado, me dice:
No es posible que me preguntes eso. No es posible que te
haya cerrado tu evolución, la propia vida:
¿Cómo es que no recuerdas las luminarias que conforman tu
pasado? ¿Cómo es posible que te hayas olvidado de ti misma, sintiendo el vacío
de la soledad? ¿Cómo es posible que la tierra te haya sembrado rios turbios y
Naturaleza muerta, cuando dentro de ti, vive la Vida, el Amor, la Fertilidad, la Luz, la Esperanza y la
Dicha?
Entonces, melancólica por la pérdida, me lamento mientras
camino un trecho en la angosta montaña, rememorando todo lo perdido; todo lo
olvidado, sintiendo que hoy me han dicho la verdad de mi pasado en Luz.
Y me lamento un día y otro,
de la desdicha por el tiempo anulado y entonces, una ráfaga nueva que
reconozco mía me achicharra en el Alma, mientras me dice:
“¿Por qué te empeñas en vivir tan ciega, teniendo un farol
que te ilumina?”
Y entonces yo pensé:
“Estoy soñando. No puede ser verdad lo acontecido”.
Y sigo a tientas, mientras narro estas letras...
Celia Álvarez Fresno.
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