Al atardecer de la vida se miran los pasos desde la
nostalgia.
Al atardecer de la vida se enhebran los desvelos vividos y
los aprendizajes que poco a poco mostraron los caminos.
Al atardecer de la vida los Luceros se van difuminando
convertidos en sombras, a lo lejos.
Al atardecer de la vida los sueños sueñan y las palabras no
fluyen como en otro tiempo ya pasado.
Al atardecer de la vida los campos de amapolas se van
difuminando y el trigo ya no llega a mirarse, tan siquiera, al mirar solo un
manojo de sombras, a lo lejos…
Al atardecer de la vida la sucesión de cantos escuchados se
convierten en susurros, perdidos ya desde la memoria.
Al atardecer de la vida la agenda de notas ya no escribe
sueños y sí un pasado, tal vez confuso,
ante la lejanía de lo ocurrido ayer u otro día.
Al atardecer de la vida la Sabiduría va creciendo desde el
Alma acostumbrada en la observación, mientras la memoria corre, monte abajo.
Al atardecer de la vida se van difuminando las historias y a
la vez crecen las ansias de saber qué va a ocurrir al otro lado de la Cortina,
cuando pases la Puerta de esta vida.
Al atardecer de la vida los pasos van cansados, poco a poco,
deslizándose sobre las alegrias de ver quien de tus nietos triunfará en sus
mañanas y cuál mirará ensombrecido su destino.
Al atardecer de la vida las noches son burbujas, tal vez de
sueños rotos…
Pero en los susurros de los vientos y entre nubes de pájaros
con olor a miel, cantan las alegrias; y el cielo va avanzando y se abren las
ventanas del Universo que entonan las melodías de la acogida, cuando en la
Tierra, alguien llore por la ausencia de
ti.
Celia Álvarez Fresno -2021
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