Acaricié el Cielo, una mañana azul y también, una noche
oscurecida.
Acaricié los matices de la vida, uno a uno, mientras trazaba
una sinfonía de flores en diversos colores.
Acaricié las pasiones de Amor y los susurros que acechaban a
la vuelta del camino.
Acaricié los cantos bellos que me llevaron de la mano al
encuentro Conmigo y también, acaricié las trabas del camino.
Acaricié los desfiladeros empinados de mis vivencias y
también lo hice con las vías rectas cubiertas de flores.
Acaricié todos los peldaños que la Existencia me mostró,
para que fuera subiendo y aprendiendo de cada escalón
Acaricié el manto luminoso que me prestó sus alas y en cada
pluma, dibujé un bello corazón que hablaba de Amor. Del infinito Amor Divino.
Acaricié esas Luces mortecinas y cubrí las ascuas medio
apagadas, con la Fuerza que me brindó el Amor Eterno.
Acaricié sin darme apenas cuenta, de que la palabra
“caricia” tiene un sonido que huele a concordia, a perdón, a ilusión, a
reconocimiento de esa sinfonía en “do mayor”
Acaricié tú vida y con ello la mía, porque me supe sabedora
de la bella unión que habla de ti, de mí, y también de los otros…
Porque nuestra Realidad es Una, cubierta de seres
diferentes, jugando a existir.
Celia Álvarez Fresno 20-07-2021.
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