Estaba observando una paloma que volaba sola.
No tenía más compañía que aquellas nubes que presagiaban
lluvia, mientras que yo, caminaba despacio entre unas zarzas, al lado de un
campo verde, y al fondo, un trozo de arena que mis ojos miraban.
Caí de bruces por un vendaval, que rápidamente, me regaló
como presente, aquella paloma que antes volaba y que ahora estaba allí, a mis
pies. Me senté junto a ella y en su pico que se abría y se cerraba en su
agonía, pareció concentrarse toda la naturaleza muerta, mientras moría.
Más tarde miré de nuevo al cielo y este me presentó, una
paloma nueva, que observé desde mis ojos húmedos aún, por el dolor que un
momento antes, percibí.
Toda la circunstancia me llevó a pensar en el arte de crear
vida que tiene Dios. Porque unos se marchan y otros llegan a la misma playa o a
otra diferente que les presta la Vida, porque la vida Es y siendo se interpreta
en una continua colina, que sube y baja y en cada derivación, siempre la
compañía de la Eterna esperanza que riega la Inmensidad desde el Amor.
Celia Álvarez Fresno. 2021
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