Recuerdo aquellas veces que ante un pensamiento de vacío, mi
Alma se apretujaba y me dictaba un dolor en mis sentimientos.
Recuerdo muchas noches tristes, dándole vueltas a una idea
imaginaria que nunca fue real, o tal vez sí.
Recuerdo mi lejana niñez cuando desde mi pequeñez observaba
la vida y miraba los ojos de mis mayores y danzando entre risas, intentaba ver
sonrisas por todas partes.
Y me hice mayor y entonces volví a danzar en la danza de la
vida mientras luchaba en mi trabajo, entre las vivencias, intentando alcanzar
aquellos pequeños triunfos en mis ascensos laborales, mientras volvía a mirar
las sonrisas -o no- de mis jefes y compañeros.
Y me hice más mayor y me sostuve firme, en compañía, para
llevar a buen puerto aquellos hijos que nacieron de mí.
Y me hice más mayor, y ahora me afano en sembrar
semillas y en recoger los frutos de aquellos tiempos pasados.
Y me miro en silencio, delante del espejo.
Y ya no cuento mis arrugas ni pretendo borrarlas porque en
ellas están escritas mis pisadas por la vida; mis logros y fracasos, que
también hubo.
Y hoy miro mi
corazón, tantas veces herido y tantas otras enfurecido tal vez, causando pena
al otro.
Y hoy miro mis pisadas y me enjuicio ante unas y me amo por
las otras, contemplando así, mis Luces y mis sombras... y me quedo con todo y
me aplaudo en silencio al haber logrado muchos logros y al haber perdido muchos
otros.
Y hoy me siento llena y mi Alma unida al bello Espíritu de
Luz, se encumbra en armonía y desde esa Percepción doy gracias a la Vida y
también a las vivencias, porque a través de ellas, viví, compartí..., dañé y
fui dañada, amé y fui amada, y todo ello, me llevó a ser yo misma.
Todos somos diferentes siguiendo siendo Uno solo. Un
Espíritu con infinitas Almas: unas bellas y armoniosas y otras oscurecidas,
pero siempre, camino de la Luz.
Paz y Amor.
Celia Álvarez Fresno 2021
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